Superliga Europea

La Superliga o el mercantilismo del fútbol

La Superliga ya es una realidad. Y aunque muchos insensatos se dignen a defenderla, lo cierto es que esto no hace más que confirmar la muerte del futbol. Como bien sabéis, no soy un apasionado aficionado al fútbol, sí al baloncesto, pero en este caso las comparaciones son odiosas e incluso peligrosas.

No hace falta ser un gran aficionado al deporte rey en España para darse cuenta de que desde hace años el fútbol crece bajo las raíces de una oligarquía difícil de parar. En España pasa con Madrid y Barça. Y en Europa, con los equipos ingleses, el Bayern y la Juve.

En 2022 esta liga Europea echará a rodar en lo que será una especie de cortijo para los equipos que estarán por decreto y que decidirán quién juega, o no, en su torneo. Como ese partido de patio de colegio donde el que tenía dinero para comprar un balón elegía los que jugaban con él.

Nos han querido acostumbrar a la fuerza a este fútbol de no competición que cada vez se va viviendo más. El equipo pequeño, que hace esfuerzos inmensos para intentar sobrevivir cada año a un rendimiento que lo hace capaz de codearse con los poderosos, lo va a tener más difícil que nunca porque a lo mejor sus resultados, con este nuevo modelo, no sirven para nada. O sí, pero seguramente como un trofeo de consolación al trabajo realizado pero con la percepción de que han jugado para nada, porque ya no se premiará al mejor, sino al poderoso.

Que se lo digan al Nápoles en Italia, que lleva años quedando por delante de una Roma que será un fijo en este nuevo torneo. O al Sevilla, que lleva ganando en Europa todos los títulos posibles en una de sus competiciones, y sin embargo, no formará parte de esta exclusiva liga irreal. Pero que esto no nos pille de sorpresa, hace años que nos lo vienen avisando.

Escribió hace no tanto Santi Segurola que en el fútbol se está instaurando una oligarquía decepcionante que está eliminando la verdadera competición. Lo llamó fútbol sin expectativas. No lo pudo definir mejor. Y es que a las personas sensatas, el tiempo siempre les acaba dando la razón. Se lo dio a Segurola. Reconocimiento también a otros que se han opuesto desde siempre a este fútbol negocio que aparta al hincha y arropa al inversor.

Es triste, pero aquí solo sufre el aficionado. El que paga la entrada es el perjudicado. Y nos lo quieren vender como en el baloncesto. No se debería. Llevo años viendo la Euroliga y pese a ser un formato que ha generado guerras entre ligas privadas y Federación no es un formato tan excluyente, o al menos, se premia a algunos equipos por sus méritos y logros en la liga nacional. Cosa que no pasa en esta Superliga de fútbol. Es difícil de digerir.

Lo digo yo, que seguramente no vea un solo partido, pero creo que la afición y los equipos modestos se merecen cierto respeto y por encima de todo, el respeto a la competición como concepto máximo en el deporte y en la vida. Porque si premiamos al poderoso y no al que se lo merece vamos a generar un submundo donde ser competitivo va a valer lo mismo que una gominola seca. El fútbol entierra al fútbol al mismo tiempo que escupe al que lo protege. Y es una pena porque existen personas que lo cuidarían como se merece, pero, por lo que sea, han sido apartadas.